Podría haber abordado un avión… me encanta volar.
Podría haber esperado en embarque soñando con llegar a la escuelita y reencontrarme con los maestros y los chicos.
Podría haber llegado a Salta, sintiendo esa enorme felicidad simplemente al ver el piso del aeropuerto (bordó como poncho salteño).
Podría haber recorrido la plaza 9 de Julio, mirando la Iglesia de San Francisco, tal vez disfrutando de unas ricas (¡exquisitas!) empanadas de charqui, escuchando al Chaqueño y a los Chalcha de fondo.
Al siguiente podría haber salido muy temprano, de madrugada, al hall del hotel a esperar el remise, para emprender la primera etapa del viaje: Cachi… y cansada de esperar hubiera sentido esos nervios clásicos antes de emprender el viaje a la escuelita.
El camino hacia Cachi me habría de recordar muchos momentos, algunos agradables, felices, y otros no tanto.
¿Sentiría frío? Tal vez en la parada técnica, en el puesto La Margarita, antes de la cuesta del Obispo. Ya de nuevo en el camino y luego de esa cuesta, me aburriría y el sueño me vencería.
Al abrir mis ojos ya estaría en la recta de TIN TIN disfrutando de Los Cardones y preguntándome otra vez “¿ Cuando visitaré el parque nacional Los Cardones?.
Pasaríamos Payogasta y reviviría la visita rápida que en julio del 2006 le hice allí a Dominica (la cocinera de la escuelita) Vería como en una película ese abrazo tan sincero con unas lagrimas bien frías y cálidas al mismo tiempo.
La llegada a Cachi, sentido como si nunca me hubiese ido…. Ese sentirme en pausa, como si tampoco quisiera irme y como si siempre algo estuviera a punto de suceder, pero no sucede…
Aclimatarme, mirar, intentar que los lugareños no me sientan una turista más… buscar al remisero Dardo, uno de los pocos que puede acercarte al segundo tramo del recorrido: Finca Belgrano, donde esperan los burros y mulas para trasladarnos por más de 5 horas. Luego de combinar: salida en una hora a finca Belgrano.
Mientras tanto comer algo liviano ¿En el Zapallo? ¿en el Bar frente a la plaza? No lo sé…., pero seguramente otra vez disfrutando los sabores, aromas y colores del lugar.
Entonces más tarde junto a Dardo: Remise, Payogasta otra vez, Cortaderas, Finca Belgrano… ¿Quién iría a buscarme? ¿el maestro?… No creo… el estaría en la escuela solo al cuidado de los chicos sin Dominica ni Cristina. Tal vez un alumno, tal vez alguno de los padres de los chicos: Juan, Nilda….
Allí comenzar la última etapa del viaje… Recorrido conocido, grabado en mi cuerpo y en mi corazón. En esta cuarta oportunidad memorizaría cerros, ríos, piedras, buscando retenerlas para recordarlas por si alguna vez tuviera que hacer ese camino sola. ¿Por qué pensar que me tocará hacerlo sola alguna vez?...
La misma fuerza que me lleva a la escuela, logra mutar el cansancio en tolerancia, el hastío en ansiedad… siento paz, expectativa, esperanza… Alrededor observo: un vivir lento, profundo… que si bien parece intrascendente, es relevante para la comunidad donde se encuentra. El burro, la coca, el viento, el sol, el baqueano, los roles de cada uno de ellos… entre tanto la palabra pierde valor, es reemplazada por las miradas, los gestos, los resoplidos, el andar (“la manera de andar”). Cuando hablan lo hacen entre dientes, como si sus palabras quebraran, esa hermética quietud que la naturaleza impone…
La Llegada
Verlos.. ¡¡NO!! mejor dicho oírlos primero, ir encontrándolos a cada uno de ellos a partir de sus vocecitas y entre ecos: ¡¡Hola Vivi!! ¡¡Hola Chicos!! Mientras el burro baja lentamente entre los cardones y el precipicio. Más abajo, en el fondo, a lo lejos se ve una luz… Sin embargo, ya no faltaría mucho para bajar del pobre y noble animalito que nos habría llevado tan seguro hasta la meta.
Como no es la primera vez de mi visita, llevo cartas de otros alumnos balcarceños, los chicos preguntan por sus amigos epistolares. También los quieren ver en las filmaciones que les llevo y los reconocen!!! Cuanta alegría!!!!
Y así, entre risas nostalgias y mucha felicidad, llega el día del regreso… temprano por la mañana, mate calentito, mientras el maestro ensilla el burro. Dominica me saluda, Cristina me abraza, los chicos se despiden ¡¡hasta la próxima!!... ¡¡ Chau Vivi!! ¡¡Felices Vacaciones o Pascuas!! o lo que sea que indique la época del viaje.
Muy despacio comenzamos a ascender mientras ruedan un par de lagrimones por las mejillas… ¡cuántos interrogantes! ¿Cómo existe un lugar tan hermoso? Sigo observando. Tantos colores… Tantas formas… la gente, con una cultura tan diferente a la mía. Proyecto a 15 años la vida de esos chicos que vi jugando a la pelota y veo la misma escena, sólo que siendo ellos los padres…entonces me pregunto: ¿es un círculo sinfín? ¿es ineludible la repetición de la historia? ¿Tienen otra opción? ¿Puede alguien darles otra opción? Cansada, la respuesta es Tal Vez … en tono bajito, pero firme, improbable pero persistente. Finalmente la última pregunta que aún hoy no tiene respuesta ¿Cómo existe y crece, una escuela allí SOLO con dos motores impulsores como Carlos y Cristina??? ¡Cuánto amor! ¡Cuánto Honor y Honra a la vida! Alguien está haciendo patria…
Viviana Santinón